viernes, 11 de mayo de 2012

ELLA NO ESTABA SOLA


Ella no estaba sola, él tampoco. Cada uno tenía su vida, su gente, su tiempo, su lugar. 
Se cruzaron por un capricho del destino… Destino, un dios muy peligroso que se divierte jugando con los mortales como si fueran fichas de ajedrez en un tablero que solo él conoce. 
Ellos comparten momentos juntos y después vuelven a su vida, se escapan solo unas horas para luego enfrentarse al inevitable retorno. 
Ella no necesita juramentos ni formalidades, no le interesa nada de eso. 
Él la hace sentir espléndida cuando la ve desnuda, no deja de repetirle que es hermosa, mientras disfruta el cuerpo de la mujer que lo acompaña; a ella le encantan sus besos, la forma en que esas manos la recorren, la manera en que la hace disfrutar para luego terminar los dos en la cama pensando lo bien que se complementan cuando estan juntos. 
Después de esos momentos compartidos regresa la rutina, ninguno le reprocha nada al otro. No hay reclamos ni frases desafortunadas y eso es precisamente lo mejor que tienen. 
Alguna vez leí que hay que ser cautelosos con los que nos llevamos de la vida de los demás, pero ellos no desean mas de la vida del otro; solamente disfrutar los encuentros, vivirlos plenamente. 
Eso es, precisamente lo que a ella la tiene maravillada, vivir esas horas sin reproches, sin exigencias, sabiendo que él la trata como a una princesa cuando estan juntos. Solo tienen valor los besos, las palabras y los sentimientos que surgen en ese momento. 
Lo que torna perfecto ese momento entre sábanas es ese tiempo que solo se disfruta, lo que viene después no interesa.