Pero después de un champán de madrugada hay palabras, frases, miradas, sentimientos, que es mejor dejarlos entre los interlocutores. Dejarlos que vivan en la memoria y que regresen a la habitación cada vez que alguno de los protagonistas recuerde lo ocurrido.
No es por miedo o vergüenza, es todo lo vivido lo que me lleva a hacer esa afirmación; pienso que no es correcto dejar en evidencia lo que pasó esa noche, los sentimientos de una persona que no solo comparte horas, sino momentos.
No soy egoísta, solo quiero reservar estas cosas, las mas difíciles de contar, a los que construyen la historia.
Hubo risas, brindis, amanecer, besos (muchos besos...), declaraciones extraordinarias, lágrimas, canciones, estrellas, verano, una flor... y como cada vez que estaban juntos ella, desnuda en la cama, no dejaba de besarlo y acariciarlo, mientras él le repetía una vez mas que era hermosa...
Él cantaba melodías para ella y para corresponderle ella le escribía algunas lineas...
Sin decir mucho casi cuento todo.
De lo vivido conservo la certeza de que no hubo mentiras, ninguna palabra fue pronunciada en vano, nadie quizo dañar a la otra persona, responsable del desvelo de repetidas noches.
No hay nada más que decir, solo que ella regresó a las diez y media de la mañana.
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